Cuando llega ya se ha ido. Volando viene, volando va, deprisa, deprisa a rumbo perdido.
Quizás en el descanso, nuestro entrenador les puso esta canción a los jugadores del Sevilla FC. O quizás nuestros profesionales sean robots con un botón con el que ponerlos en "ausente".
De otra forma, no me explico cómo un equipo que cuando da dos o tres pases seguidos te marca uno y dos goles en dos minutos se pase cuarenta y cinco dando voleones. Yo creo que más que a defender, jugadas de estrategia o lo que sea que haga nuestro equipo en los entrenamientos, a los que no asisto, nuestro técnico debería hacer honor a su apodo "El psicólogo" y enseñarles un poco de serenidad.
Que sí, que Osasuna te marca un gol en el minuto 46. Pero... ¿es eso excusa para pegarse toda la segunda parte con temblique en las piernas?
Ya, desde que conocimos la alineación, nos llevamos la sorpresa con otra incoherente decisión de nuestro técnico. Capel no saldría de inicio por la derecha, saldría, atención... (redoble de tambores)
¡Lautaro Acosta!
Yo si fuera Alejandro Alfaro Ligero sería simplemente incapaz de mirar a la cara a Gregorio Manzano. Optar por un futbolista que ha jugado los últimos minutos de siete partidos esta temporada en lugar de un jugador que, sin ser de banda, ha anotado dos goles y ha suplido con creces Jesús Navas, me parece, simplemente, una falta de respeto al Sevillismo. Una, porque nadie confía en Acosta. Dos, porque Acosta no ha demostrado nada nunca. Y tres, porque todos sabemos cómo juega Alfaro, y cojones era lo único que se necesitaba ayer para traerse los tres puntos a Sevilla.
Más que desbarajustes defensivos, más que las bajas, más que la ineptitud de este jugador que luce el dorsal 21 y más que Osasuna se jugaba la vida, achaco la derrota a la falta de templanza que mostramos durante la segunda mitad. En cualquier jugada que el Sevilla quiso dar tres o cuatro pases entre Kanouté, Negredo, Perotti y algún otro que sumara al ataque, se traducía en peligro, porque Osasuna, si está ahí, es porque es malo con alevosía. Pues nada, nos marcan un golito, y a dar patadones. Balón al portero, patadón. Balón a la defensa, patadón. Balón hacia atrás a cualquier jugador, patadón.
Me quedo con la pataleta de Negredo (de nuevo soberbio en lo poco que pudo hacer, salvo un o dos ocasiones que se precipitó demasiado), que había visto de sobra esto de los tres o cuatro pases que he mencionado, y esgrimía sus brazos plausiblemente enfadado, desesperado, harto de saltar a por balones que no llevaban a nada. En definitiva, en el minuto 89 veíamos como el archiconocido y reputado jugador de Osasuna, Lekic, nos dejaba a todos con cara de tontos.
Así no.
Muñiz estuvo bastante ligerito en cuanto a tarjetas hacia nosotros se refiere, como de costumbre, amarillas que se podría haber ahorrado, aunque la fortuna nos sonrió al no expulsar a Dabo por sus estúpidas manitas. Tampoco tuvo mayor trascendencia la actuación del cántabro nacido en Bélgica.
Nos queda una final, el domingo a las 21:00 en el Sánchez Pizjuán. Un todo o nada por Europa, porque si no conseguimos ganar o hacer lo mismo que el Espanyol el domingo, permitidme que os augure que el Espanyol de Barcelona será séptimo clasificado en la temporada 2010/11. Esperemos que no sea así y podamos, por fin, poder respirar tranquilos.
Ahora más que nunca, SFC!
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